Lo he hecho
Para Enrique V.
Hasta que no tenemos una conversación de cierto tipo
—digamos de un tipo diferente a los saludos rituales
y alguna pregunta educadísima
que, por supuesto, no espera respuesta—,
hasta que no estamos con alguien que nos escucha con atención
—que no huye de nosotros ocultándose entre
todos esos lugares comunes, por ejemplo—
no descubrimos lo solos
que habíamos estado sin saberlo.
Hasta que no oímos esa música que nos conmueve
—digamos a ritmo de vals, una voz blanca
de inverosímil dulzura
y esos acordes anhelantes de séptima—,
hasta que no vemos esa película
—de amores desgraciados y tristes
y un final que es como una puñalada, por ejemplo—
no descubrimos todas las lágrimas
que teníamos guardadas sin saberlo.
Es mejor no esperar nada:
que la decepción no reabra las heridas
que teníamos sin curar del todo sin saberlo.
B.W.
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