Dulce de Dulzaina
La semana pasada escuché en la radio un nombre familiar: Agapito Marazuela. Un grupo inglés interpretaba un tema suyo. Bárbaro¡¡. Si el señor Marazuela lo escuchara, problamente hiciera el mismo gesto que yo hice. Si son castellanos, esto les dirá algo, si no.........al menos recuerden: fue un buen dulzainero y un buen hombre.
............De pupilo, en un piso de la segoviana calle José Zorrilla, vive Agapito Marazuela. Su habitación es humilde: una mesa, una cama y el armario. Muy cerca, la Caja de Ahorros le tiene cedido un local de unos cuarenta metros cuadrados, la llamada "Cátedra de Folklore Segoviano", donde el músico se gana a sus ochenta y seis años la vida dando clases de guitarra y de dulzaina. El Ayuntamiento de Segovia "colabora" con 500 pesetas al mes para pagar la limpieza de la cátedra.
Las facultades de Marazuela menguan últimamente de forma considerable y se ve obligado a reducir el número de alumnos, que rondan la veintena, así como la frecuencia de las clases, todas ellas individuales. Las de guitarra son las más solicitadas, entre otros motivos porque durante muchos años no se han fabricado dulzainas y, ahora que se vuelven a hacer, cuestan unas 30.000 pesetas cada una.
Agapito Marazuela nació en Valverde de Majano en 1891. Aprendió la dulzaina del mejor dulzainero de la comarca, y a los catorce años se ganaba ya la vida con un tamborílero tocando de pueblo en pueblo. Durante las dos primeras décadas del siglo pudo vivir de este oficio. Al mismo tiempo, aprendió de forma autodidacta a tocar la guitarra. Llegó a ser un importante concertista y así, cuando la demanda de dulzaineros fue decreciendo pudo vivir de la guitarra y dedicarse de un modo más sistemático a la recopilación de temas populares.
"A principios de siglo, cuando vino la música mecánica, los gramófonos, se fue dejando de cantar. Las chicas que se iban a servir a Madrid, cuando venían a las fiestas, no querían cantar las cosas de la tierra, las consideraban de mal gusto”.
Por eso, para recoger muchos cantos tuve que buscar entre las personas de sesenta años para arriba. Tuve suerte, ya que me consideraban como uno igual que ellos. Buscaba entre los campesinos acomodados que cultivaban sus tierras, porque los que cantaban eran en general gente feliz. Los desgraciados, los que tienen hambre, no tienen humor para cantar ".
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